Cada 25 de noviembre se conmemora en el mundo el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
La promesa de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de no dejar que nadie se quede atrás, no podrá cumplirse sin primero poner fin a la violencia contra las mujeres y las niñas.
Cada 25 de noviembre se conmemora en el mundo el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, una fecha en que las diferentes organizaciones de Derechos Humanos, feministas y movimientos de mujeres visibilizan las diferentes violencias y situaciones que continúan presentándose.
De acuerdo con la Declaración emitida por la Asamblea General de la ONU en 1993, la violencia contra la mujer se define como “todo acto de violencia que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o sicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas, una de cada tres mujeres se ve afectada por algún tipo de violencia de género y cada 11 minutos una mujer o niña muere asesinada por un familiar.
A partir de esto, han surgido distintos movimientos en el mundo como el #MeToo, fundado por Tarana Bruke en 2006 y otros como #NiUnaMenos, que han buscado el impulso para poner este tipo de violencias sobre las agendas políticas y sociales y así generar diferentes estrategias para su prevención.
En Colombia, el panorama no es distinto al resto del mundo y se ha avanzando en visibilizar otras violencias; como la inequidad en el trabajo y en los salarios, así como la necesidad de reconocer las labores de cuidado que mayoritariamente realizan las mujeres.
De acuerdo con la Encuesta Nacional del Uso del Tiempo ENUT, en Colombia nueve de cada 10 mujeres realiza trabajos no remunerados, y antes de la pandemia las mujeres destinaban 7 horas 14 minutos a estos trabajos y hoy, según las más recientes mediciones del DANE se incrementó una hora de trabajo, mientras los hombres realizan estas tareas por aproximadamente tres horas.
Sandra Sáenz Sotomonte, quien hace parte de la Red De Mujeres para el Empoderamiento Político y Económico de la Provincia de Vélez, Santander, e integrante de la Plataforma Nacional de Mujeres Rurales Colombianas, dice que “en el país existen muchas desigualdades frente a las mujeres que habitan la ruralidad, en comparación con las mujeres urbanas, hay brechas que siguen persistiendo en temas como el desempleo”.
La ONU insiste en que la violencia hacia las mujeres y niñas es una de las violaciones de los derechos humanos más extendidos, persistentes y devastadores “sobre obre las que apenas se informa debido a la impunidad de la cual disfrutan los perpetradores, y el silencio, la estigmatización y la vergüenza que sufren las víctimas”.
La Instancia Especial de Mujeres para la inclusión del Enfoque de Género en la Paz menciona que a las graves condiciones económicas que viven las mujeres, se suman los riesgos y amenazas en entornos urbanos en donde se han asentado las comunidades víctimas de violencia y desplazamiento, tras décadas de conflicto armado.
Las lideresas manifiestan que hay un incremento de llamadas amenazantes y persecuciones. La situación es tan crítica como hace varios años. De igual manera, las mujeres en sus diferentes intervenciones manifestaron su preocupación por el incumplimiento en la implementación del Acuerdo Final de Paz.
Sumado a lo anterior, es relevante analizar que la violencia de género también incluye la violencia racista, que conlleva unos patrones diferentes cuando se trata de mujeres negras y rurales.
Yessica Motta Galindo, integrante de la Fundación Social Resurgiendo hacia la Paz y el Desarrollo social del municipio de Algeciras (Huila), menciona que en el territorio se han venido adelantando diversos procesos y se destacan los que se realizan con las mujeres víctimas del conflicto armado por la resiliencia y capacidad de trabajar colectivamente por un mejor futuro para todas.
La violencia contra la mujer sigue siendo un obstáculo para alcanzar igualdad, desarrollo, paz, así como el respeto de los derechos humanos de mujeres y niñas. La promesa de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de no dejar que nadie se quede atrás, no podrá cumplirse sin primero poner fin a la violencia contra esta población.
Tomado de: radionacional.co