Economía Solidaria: una alternativa para financiar proyectos de indígenas en Cauca

Los fondos rotatorios de los resguardos indígenas del norte del Cauca han apoyado personas de más de 40 veredas y 10 municipios. Además, 23 trabajadores de la zona se graduaron del diplomado en Gestión de la Administración de los Fondos Rotatorios ofrecido por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).

Yoli Ricuras es uno de los restaurantes más reconocidos en Toribío, al norte del Cauca. Fue el primer negocio de comidas del pueblo. Allí han comido desde fieles comensales comuneros -personas de la comunidad indígena-, hasta personajes políticos que preguntan por la historia de violencia del municipio. La clientela siempre es diversa, pero el sazón y las buenas intenciones de su dueña, no.

Hace 19 años, Yolanda Ciclos Mestizo decidió emprender para no depender más de la ganadería y agricultura, que a veces no le daba para sobrevivir. Abrió un restaurante que, desde el año 2000, ha servido más de 600.000 platos de comida entre su menú de desayunos, almuerzos y cenas. El negocio se multiplicó gracias a su perseverancia, pero también al apoyo y la asesoría económica que le dieron los fondos rotatorios de los Cabildos Indígenas del Norte del Cauca.

Los fondos, en voz de Jaime Díaz Noscué, representante legal de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca, son “una forma de autofinanciación para las comunidades que se basa en la creación de un fondo común de dinero en el que varias personas deciden guardar sus ahorros y, con ello, se pueden hacer préstamos a empresas familiares y así potenciar los emprendimientos comunitarios”. El crecimiento del fondo depende de lo que los indígenas llaman la «reciprocidad», que es el porcentaje que se cobra mensualmente por hacer el préstamo.

Esta iniciativa está en los resguardos indígenas de Tacueyó, San Francisco y Toribío. El primero fue creado en el año 2000 pero en 2015, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, USAID, comenzó el proyecto de finanzas rurales en la zona, para que 23 de las personas que administran el dinero se capacitaran en manejo de contabilidad con el diplomado en Gestión de la Administración de los Fondos Rotatorios.

“Llevamos mucho tiempo trabajando con los fondos pero necesitábamos organizarnos, antes todo lo manejábamos con cuentas a mano”, dijo Evencio Tombé, miembro del resguardo indígena de Toribío.

Al respecto, Claudia Elicet Roncancio, subdirectora de la iniciativa de finanzas rurales de USAID, dice que “el diplomado que se les brindó a las personas de los cabildos indígenas, tuvo como fin fortalecer la estructura de los fondos, enseñándoles herramientas de contabilidad, comunicación y finanzas que les permitiera operar de manera más ordenada”.

La ceremonia de graduación del diplomado se celebró el pasado 22 de octubre en el hotel NH de Cali, en el que los 23 estudiantes del programa recibieron su diploma y presentaron sus planes de acción para el 2020 ante las autoridades indígenas y la cooperación internacional.

Gracias a este modelo de economía solidaria, que cada vez se expande más entre las comunidades, Yolanda cuenta que logró terminar de pagar su casa, donde también opera su restaurante, asadero y miscelánea. “Yo siempre he tenido créditos para poder hacer crecer mi negocio, pagué arriendo por 20 años. La mayoría de deudas las tenía con los gota a gota hasta que conocí los fondos rotatorios”, dice.

En su caso, pudo acceder a su primer crédito en 2013 con el Fondo Rotatorio del resguardo de Tacueyó. Con este dinero pudo comprar más ollas y pagar lo que le debía a otros prestamistas. Luego, terminó de pagar la deuda y adquirió otro préstamo en el cabildo indígena de San Francisco con el que pudo remodelar su local y su miscelánea y, en 2018, adquirió otro crédito con el que terminó de pagar la casa de dos pisos donde vive con sus dos hijos y le da empleo a siete personas.

La ventaja de los créditos con el fondo rotatorio frente a los préstamos que pueden ofrecer entidades bancarias, es que la reciprocidad que se cobra en los fondos, conocida como la tasa de interés en los bancos, es más baja y permite que la comunidad indígena las adquiera de manera mucho más fácil. Un ejemplo de ello es la historia de Edwin Vialid, representante legal del resguardo indígena de San Francisco, quien menciona que gracias a los préstamos pudo dotar el Tul -parcela donde se cultivan productos ancestrales- de su familia.

“Yo ingresé a trabajar en el resguardo y cuando conocí de los servicios de ahorro y crédito del fondo, solicité uno para mí con el que pude reforzar la infraestructura del predio donde mi familia siembra diferentes plantas ancestrales. Ellos viven de la venta de esos productos”, cuenta Vialid.

Así como él, hay más de 2.000 personas indígenas en el norte del Cauca que acceden a estas facilidades, bien sea para solicitar el préstamo de dinero o para ahorrar en el fondo y luego reclamar los intereses que genera.

Actualmente, entre los tres fondos rotatorios hay más de $ 4.000 millones entre el dinero ahorrado de los comuneros y la reciprocidad que generan los créditos. Sin embargo, antes de que USAID les ofreciera formación contable, el seguimiento al dinero se hacía en hojas de block o tablas de excel. Por ello, la formación que les prestaron sirvió para estructurarse como entidades económicas tecnificadas.

Pero no todo queda allí. Además de las clases de contabilidad, las capacitaciones les permitieron también aprender estrategias para tratar con la gente. “Recibimos hasta clases de comunicación en las que nos enseñaron, por ejemplo, a saber cobrar, o a fomentar por medio de radionovelas o cuñas radiales, nuestros servicios”, dice Iván Marín, miembro del resguardo indígena de San Francisco.

Según Jaime Díaz, representante legal de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca, todas las dinámicas en la zona cambiaron gracias a los fondos. “Muchas personas han llegado a nuestros servicios porque escuchan las historias que contamos por Radio Nasa. La gente cree más en nosotros. Hemos fomentado la economía local. Si a un indígena le va bien y logra crecer, entonces todos crecemos con él”, asegura.

Tomado de: El Espectador

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